Artículo de Pedro de Tena
Creo que podemos llamar – para andar como Pedro por su casa -, Sonetería al lugar imaginario donde pueden alojarse todos los sonetos que hayan sido escritos desde siempre jamás. Sonetería castellana vendría a ser, pues, el lugar simbólico donde residen todos los sonetos (o casi, porque su masa sigue creciendo) escritos en la lengua castellana. Alguien puede argumentar que mejor sería llamarlo Biblioteca del Soneto. Cierto es que parte de razón llevaría quien lo sostuviera y así lo confirma la existencia de tal entidad en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Pero, popularmente, lo suyo sería un nombre menos equívoco y pomposo. Una biblioteca es un lugar donde se alojan libros, no sonetos. Además, como es sabido, las bibliotecas son espacios mágicos donde muchos tipos de seres literarios, no sólo sonetos, conservan la vida que llevan dentro hasta que alguien los invoca. Además, si de horchata, chocolate, zapato y demás, horchatería, chocolatería, zapatería y demás, ¿por qué no de soneto sonetería?
Al margen de su nombre, se elija el que se elija, ¿existe tal lugar? ¿Hay alguien que haya recopilado los sonetos que buscó y encontró – no todos, claro, porque el presente y el futuro siguen adelante -, en lengua castellana? Pues sí, existe. Ha sido la obra de una vida, la de Ramón García González, tipógrafo, ayudante de corrector y corrector de Sonetos, luego fotógrafo de la agencia EFE y muchas cosas más.
Lejano a todo sectarismo y encanallamiento ideológicos, lo mismo apreciaba la poesía de Rafael Alberti que la Dionisio Ridruejo o José María Pemán, ya achacoso, que le agradeció mucho que le dedicara una décima, la mejor que se había escrito según el gaditano que ha sufrido un infame ataque de la memoria histórica podemita en la provincia de Cádiz. Y de Juan Gil Albert, que elogió sus endecasílabos. En fin.
Dámaso Alonso le dedicó un soneto titulado Ciencia de Amor, su tesoro, en el que el segundo cuarteto proclama:
¿Eres limpio cristal, o ventisquero
destructor? No, no sé… De esta delicia,
yo sólo sé su cósmica avaricia,
el sideral latir con que te quiero.
Una de las cosas que logró consumar fue esta Biblioteca del Soneto, nuestra Sonetería, que está alojada en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. En ella, por orden alfabético de autores, logró compilar, a lo largo de más de cincuenta años, miles y miles de sonetos. Para que nos hagamos una idea, sólo de Lope de Vega recopiló hasta 2003 un total de 1.382 sonetos procedentes de Rimas, 203; Rimas humanas y divinas del licenciado Tomás de Burguillos, 163; Rimas sacras, 123; Otros sonetos, 135; Sonetos en comedias, autos y entremeses, 690; y Sonetos en libros, 68.
Viene esto a cuento de una deuda pendiente, que admití gratuitamente, con Agapito Maestre, tras leer uno de sus artículos sobre el tiempo de canallas que estamos padeciendo, gobernados por mamarrachos, aventureros mediocres y encanalladores de la vida. Me acordé de la “canallesca”, sujeto de una calumnia generalizante sobre la prensa, y me irrité pensando que, si había periodistas canallescos que los hay, no digamos nada de los políticos, de los médicos, de los militares, de los abogados, de los funcionarios…y así sucesivamente.
Pelillos a la mar, así que, para dar lustre a la cosa en sí, me hice dos preguntas. ¿Qué habrá dicho la poesía española sobre los canallas, la canalla, el encanallamiento, los encanalladores, las canalladas y lo canallesco? ¿Y la literatura española, empezando por Galdós, que es año de aniversario?
Pero cuando llegué a la montaña, mejor dicho, gigantesca cordillera de versos que compone la poética española, quedé sobrecogido. De la literatura española en general, ni hablamos. Aún más, cuando reparé en los miles de sonetos en castellano que nos ha proporcionado Ramón García González, sufrí un obligado ataque de modestia y me limité a buscar aquellos que incluyen en sus versos apreciaciones sobre tales seres acanallados y su comportamiento en lengua castellana. Lo de Galdós, que sólo en sus Episodios contempla extensamente a este tipo de personas y sus actos, tendrá que esperar.
Así que vamos de cabeza a la canallería en endecasílabos sonetizados. Espiguemos alfabéticamente comenzando por una referencia al dolor y cómo acanalla. Aclaremos que si la canalla era originariamente una manada de perros (canes), ahora la entendemos como chusma humana capaz de actos viles y miserables. (Anticipemos que Galdós llamaba «la canalla” a los franceses invasores, si bien no sólo a ellos.) Pues un soneto anónimo del siglo XVIII admite que el dolor acanalla:
Negro el dolor, se ríe en su atalaya,
de la vida, del sueño o del ocaso…
cuando en la pobre carne, se acanalla.
Otro del mismo origen parece definir mejor la canallada, que no duerme y que tiene la lengua afilada, en sus tercetos:
Se aburren las ovejas en el filo
aguzado y canalla del insomnio,
cada vez que analizo tu jugada.
Me queman las pupilas, siempre en vilo
del jaque mate absurdo, del agobio,
de tu lengua soberbia y afilada.
Tuvo que ser un canalla la que originó en una poetisa anónima lo que sigue:
La gente reacciona cuando estalla
en medio de la plaza el griterío
¡ajena a la raíz que hasta el hastío
soportó la poeta de un canalla !
¿Qué hizo el bellaco al que no identifica?
¿O acaso no recuerda mientras calla
quien fue el que comenzó con este lío
quien, con perseverante desvarío
provocó y ofendió con su cizalla?
Ernesto Mario Barreda, peruano (1869-1927) sabe que los canallas se ceban con el pueblo:
Y sin embargo el odio no se acalla
y hay quien te insulta ¡Oh pueblo! Todavía
y te apellida imbécil y canalla.
Hasta se conmueve con la canalla, carne de cañón manipulada por los poderosos:
Eso nunca lo sabe la canalla,
sino los hombre sabios y prudentes
que nunca van al campo de batalla.
El gran Joaquín Dicenta, 1863-1917, no quería en sus tercetos que el triunfo condujera a la canallada:
Y hoy que mi triunfo asegurado se haya,
tú, amigo por el éxito ganado,
me dices que la arroje de mi lado,
que una mujer así, denigra… ¡Calla!
con ella he padecido y he gozado:
El triunfo no autoriza a ser canalla.
Francisco Escolar Bravo (1946) destaca cómo un canalla daña a su víctima:
Bailé en esta ocasión con la más fea,
por culpa y malas artes de un canalla.
Blas de Otero, 1916-1978, increpó a la canalla de la poesía, que la genera:
Venid a ver mi verso por la calle.
Mi voz en cueros bajo la canícula.
Poetas tentempié, gente ridícula.
Atrás esa canalla. ¡Qué se calle!
Oswaldo Páez Pumar, caraqueño de nuestro tiempo, se inspira en Hugo Sánchez, el futbolista, para darle un matiz poco deportivo a lo canalla.
El hombre aparece en la pantalla
y derrama cien mil afirmaciones:
insultos, amenazas y canciones
con el sello brutal de la canalla.
El granadino Manuel Paso, 1864-1901, la ve en los altares y en el gobierno:
Oficia la mentira en tus altares
y gobierna a tu pueblo la canalla;
rugiendo por las tierras y los mares,
oye, si no, la voz de la metralla.
Otro poeta encontrado en Internet, Francisco Redondo, se enamoraba de Marilyn, que algo de canalla tenía:
De ti me enamoraba, ángel impuro,
todas las tardes ante la pantalla,
mordiendo al girasol por su semilla;
y, con sólo pasar por la taquilla,
gocé tu encanto, cándido y canalla,
quemándome en su luz, allá en lo oscuro.
El premio nacional de literatura chilena, Pablo de Rokha, 1894-1968, se sintió mordido por canallas:
Mordido de canallas, yo fui “el gran solitario
de las letras chilenas”, guerrero mal herido,
arrastro un desgarrado corazón proletario
y la decisión épica de no caer vencido.
Otro poeta encontrado en la gigantesca botella de Internet, Jesús Royo Arpón, llama, oh, incorrección política, canalla a Barcelona. Y lo hace de un modo políticamente incorrecto:
Canalla capital que fue del hampa,
Barcelona es hoy el europeo
faro, meca y objeto del deseo
del sodomita, según dice La Stampa.
Salvador Rueda, malagueño (1857-1933), admirador del poeta gallego Manuel Curros Enríquez (1851-1908), lo homenajeó contra los canallas:
De tu flechero rojo salió mortal la vira
que atravesó los cascos y las guerreras mallas;
para morder el pecho de inicuos y canallas
seis víboras por cuerdas atástele a tu lira.
Pero canallas había muchos:
Nadie escuchó mi acento suplicante;
grité “¡Canallas!” y en el mismo instante
¡volvió a mí todo el mundo la cabeza!
¿A qué canalla se referiría Joaquín Sabina en los cuartetos iniciales de su “Con tan poquita fe”?
Los dioses callan, la canalla insiste,
el ying y el yang bordan el paripé;
el tiempo es un rufián, la carne triste,
gran señor el plebeyo Mallarmé.
Ronca en mi cama la mujer que amo
y que me ama, que sé yo por qué,
nada le debo, nada le reclamo,
¿a quién rezar con tan poquita fe?
Le importan un pito demasiadas cosas:
…canallas que diseñan los calzones
de atletas con futuro en la bragueta.
¿A quién le importan Sócrates, Platones,
faltas de ortografía, gamma, beta,
controles antidoping? Mis cojones
conocen un atajo hasta la meta.
Alfonso Sastre se rebeló contra quien sólo encontraba canallas rojos. Ciertamente los hay de todos los colores.
Pero si hubiere por ventura alguno,
contad que son comunes sus delitos,
es decir, comunistas, y ninguno,
salvo esos torvos rojos inauditos,
considera sensato ni oportuno
preguntar por canallas y malditos.
Canallas hay, se sabe, desde Caín. Miguel de Unamuno (1864-1936) nos invita a la pelea:
Hay que vivir y fuerza es esforzarte
a pelear contra la vil canalla
que se anima al restalle de la tralla,
y ¡hay que morir! Exclama. Pon tu parte
Culpa, en gran medida, nuestra.
Lo que sufres, mi pobre España, es coma
que tienes asentado en el cerebro…
…mas hete que te ha dado al fin el quiebro
esa canalla vil que vive en broma.
Y esto sólo y recortadamente en los sonetos. Tiene poco remedio porque, como calculó Montesquieu, “la cantidad de (gente) canalla es casi siempre la misma”. George R. R. Martin, el autor de Juego de Tronos y aspirante máximo a especialista en canallas, los describe como mitad hombres (o mujeres) y mitad monstruos, luz y oscuridad al tiempo, de ahí su atractivo. Escribió Borges que los años confieren una peculiar majestad a los canallas encanecidos, a los criminales venturosos e impunes. Esperemos que España no sufra tal destino.