Sánchez transforma al PSOE en un degradado contubernio de intereses

Artículo de Francisco Rubiales

La intervención de las cuentas de Andalucía por errores y déficits cometidos por la anterior Junta de Andalucía socialista es la última fechoría del socialismo de Sánchez y una prueba sólida de hasta donde ha llegado el deterioro del socialismo español, que se hace soez, vengativo, injusto y rastrero. Ellos justifican esa cacicada afirmando que es una tutela y no una intervención y que aplican el reglamento a las autonomías que incumplen, pero eso es falso porque hay al menos cuatro autonomías regidas por socialistas que no están sancionadas, a pesar de tener peores cuentas que las andaluzas, sin contar con Cataluña, a la que el «sanchismo», en una exhibición de bajeza y corrupto descaro, le consiente todo tipo de abusos y descuadres en sus cuentas.

Lo que en realidad pretenden Sánchez y Maria Jesús Montero con esa sucia «vendetta», además de castigar a los andaluces por haber expulsado del poder al socialismo corrupto y inepto de Susana, Griñán, Chaves y sus respectivas cortes de mangantes, es frenar el impulso económico que la nueva junta de Andalucía ha establecido con sus impuestos bajos y su seguridad para los inversores, logrando en pocos meses que Andalucía ya no sea la más pobre y renqueante, como era bajo el PSOE, sino una de las regiones que más crece y la que más empleo crea en toda España.

Sánchez y los suyos saben que permitir que Andalucía alcance la prosperidad que nunca tuvo en los últimos 40 años, precisamente ahora, cuando es gobernada por la derecha, sería para ellos un suicidio y no han dudado, desde la miseria de su estilo político, en crucificarla y aplicar injustamente una especie de artículo 155 a su economía.

Pregunté recientemente a un catedrático sevillano amigo por qué razón muchos compañeros de la universidad, sabios y en teoría honrados, siguen votando y defendiendo al PSOE. Su respuesta fue un prodigio de acierto y verdad: ”siguen unidos al PSOE por interés. Al partido ya no le queda ni una sola idea y ni un solo principio en pie”. Aproveché su presencia para preguntarle también sobre la naturaleza actual del PSOE y su respuesta fue de una contundencia feroz: «el PSOE ya no existe como partido, ni como idea colectiva, sino que es ya, únicamente, un degradado contubernio de mercenarios y mediocres unidos por el poder, los privilegios y el reparto de dinero”.

Joaquín Leguina y otros muchos viejos socialistas y personas íntegras que han abandonado el socialismo de Sánchez piensan algo parecido. Leguina dice que «el PSOE ya no existe y lo que queda es propiedad de pedro Sánchez».

Cada día son más las personas con decencia que abandonan el PSOE como rechazo a la deriva de Pedro Sánchez y en el partido sólo van quedando los habituados a los privilegios, los que sienten vértigo ante el trabajo y la competitividad que les espera fuera del partido y los adictos a vivir de la rapiña, esos que sólo gracias al partido ocupan puesto bien remunerados en lo público.

Si algo ha demostrado el «sanchismo» hasta la saciedad es su falta de escrúpulos y de principios éticos sólidos. Es capaz de decir una cosa hoy y otra mañana y las hemerotecas se han convertido en una bofetada continua a Pedro Sánchez, que prometió cien veces que no pactaría con Pablo Iglesias y después lo hizo, que no se apoyaría en los independentistas y ahora la hace, etc., comportamientos típicos de un estafador que en países serios como Inglaterra, Holanda, Estados Unidos, Suecia y muchos otros sería obligado a dimitir y además tendía que haberse sentado en el banquillo de la Justicia por engaño y estafa a sus votantes.

Pero en España padecemos sin protestar ni rebelarnos esa humillación terrible de ser gobernados por personas sin valor, grandeza ni honor, por mentirosos empedernidos y estafadores que sólo buscan el poder y sus privilegios y que están dispuestos a realizar todo tipo de arbitrariedades y abusos para conseguirlos.

En la mente de los andaluces queda una imagen indignante: el PSOE, en lugar de intervenir a la golpista y violenta Cataluña, interviene a la fiel y española Andalucía. Es una injusticia lacerante, propia de miserables.

La «vendetta» humillante de Sánchez tendrá consecuencias y distanciará a los andaluces de un Estado español que se comporta con injusticia gansteril. Ya, como respuesta a la agresión, se alzan voces que dicen que Andalucía, para ser respetada, necesita contar con un partido nacionalista y hostil a los abusos de un centralismo en manos de mediocres, irresponsables y resentidos. Es decir, imitar a la rastrera Cataluña.