¿ESCUELAS SEGURAS O ESQUELAS SEGURAS?

Artículo de Carlos Rodríguez Estacio

Qué sabemos del Covid19?

Sobre todo, dos cosas:

-1) Que es altamente contagiosomuy especialmente en espacios cerrados: el riesgo de contagio del coronavirus es 19 veces más alto que al aire libre. De ahí la normativa que prohíbe las reuniones de 10 personas (y en algunos países incluso menos: en el Reino Unido solamente 6).

-2) Que los niños y adolescentes son los que más contagian, principalmente porque pueden llevar durante semanas el virus en su organismo sin presentar síntomas.

En un principio se pensó que los niños (especialmente los más pequeños) contagiaban menos, pero varios estudios científicos han determinado justo lo contrario. Así, por ejemplo, el equipo dirigido por Laura Battisti y Pirous Fateh-Moghadam en la provincia de Trento, determinó que las personas menores de 15 años transmitieron de manera más eficiente la enfermedad, con 22.4% más contagios que la población entre las edades de 30 a 49 años.

De acuerdo con estas dos premisas, no hay peor idea que reunir a niños y adolescentes por decenas en espacios cerrados.
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Criterios para determinar la peligrosidad de una actividad:

Del análisis de los expertos cabe extraer seis parámetros para evaluar la peligrosidad de una práctica:
1. ¿Dónde se realiza? (al aire libre / en interior con buena ventilación / en interior con mala ventilación)
2. ¿Cómo se realiza? (en silencio / hablando en voz baja / hablando en voz alta)
3. ¿Con cuántas personas se realiza? (pocos / hasta 10 / más de 10)
4. ¿A qué distancia? (más de dos metros / entre 1 y 2 metros / menos de un metro)
5. ¿Durante cuánto tiempo se realiza? (poco tiempo / mucho tiempo)
6. ¿Con qué medios de protección se realiza? (aquí hay una amplia gradación dependiendo de varios factores: uso de mamparas, control de temperatura, gel, mascarilla…).

La enseñanza tal como está establecida para este curso arroja unos datos difícilmente empeorables: en 5 de esos parámetros se encuentra en el extremo más peligroso (en el parámetro 5, por ejemplo, el alumno está cinco horas en el colegio de Primaria y seis horas y media en el Instituto de Secundaria). Únicamente en el parámetro 6 estamos en una situación intermedia: sin mamparas, pero sí con gel y mascarillas… al menos mientras los alumnos se decidan a usarlos y no a jugar con ellos. Vamos a verlo con más detalle en el apartado II. ______________________________________________________________

II. El contexto español

En nuestro país concurren además circunstancias que agravan la situación de reunir bajo techo a muchos jóvenes:

-1) Prácticamente no se ha producido una disminución de la ratio.

  • a) Se suele señalar como excepción la Comunidad Valenciana. Y, en efecto, es la que ha hecho un esfuerzo mayor en la contratación de docentes: cuatro mil. Ahora bien, una vez repartidos por los dos mil centros educativos de la comunidad, arroja una media de dos profesores por centro, lo que solo puede tener una incidencia muy modesta a efectos de rebaja del número de alumnos por clase.
  • b) La comparación con Italia resulta elocuente: ellos han contratado 84.000 docentes, nosotros no llegamos a 25.000.
  • c) Un equipo de expertos de la Universidad de Granada realizó el pasado junio un estudio matemático que concluía que meter a 20 niños en un aula suponía un total de 808 contactos cruzados en dos días y 15.000 contactos en tres días. Como la inmensa mayoría de las aulas de este país supera la media de los 25 alumnos (e incluso la treintena), el ritmo de contagio será aún más alto que el descrito.
  • d) Desde el inicio de curso, los profesores están subiendo a las redes sociales fotografías de sus aulas en las que puede comprobarse que no hay siquiera un metro de distancia entre pupitres (contraviniendo así la distancia interpersonal de seguridad de al menos 1,5 metros, recogida en el Real Decreto-ley 21/2020, de 9 de junio). En algunas ocasiones, los alumnos comparten además mesa (distancia cero).
  • e) En la ESO y bachillerato la situación es aún peor, pues, debido a la optatividad de asignaturas, los alumnos cambian de aula con bastante frecuencia, incrementando así las posibilidades de contagio.

-2) La importancia —ignorada— de la calidad del aire.

  • a) El Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España (Cogiti) advierte de que «una mala calidad del aire, como la de los centros educativos, puede ser decisiva en la propagación del coronavirus», y pide que intervengan expertos en calidad de aire en la elaboración de los planes de cada centro.
  • b) Cogiti citaba un estudio de la Universidad de Sevilla publicado en abril de 2020 (Calidad del aire en las escuelas andaluzas) establece que sólo el 17% de los casos estudiados cumplían con los valores de concentración de CO2 recomendados por la OMS. Por lo que se recomendaba «la implementación de sistemas de ventilación mecánica controlada según recogen tanto la reglamentación actual para edificios nuevos, como las normas de ergonomía ambiental desarrolladas en Europa». En la misma línea, la Organización Médica Colegial (OMC) considera necesario «realizar una evaluación de las condiciones reales de nuestros centros de enseñanza en lo referente a la calidad de su aire interior y su influencia en el riesgo de transmisión entre personas por vía aérea del Covid-19».
  • c) Nada de eso se ha producido en ninguna comunidad. Y muchos docentes no dudan en describir sus aulas como auténticos zulos.

-3) Todas las decisiones se han delegado a los propios centros educativos. Han sido los docentes los responsables de tomar decisiones y establecer protocolos acerca de una cuestión tan trascendental de salud pública de la que lo ignoran todo. Se trata de un disparate peligroso que solo puede entenderse como un intento ilícito de esquivar responsabilidades, en primer lugar, ante posibles contagios, pero también ante el previsible enfado de padres (bien por adoptar fórmulas de enseñanza no presencial o por lo contrario). Los docentes no tendrían que haber aceptado jamás esta responsabilidad. La secuencia hot potato ha sido esta: el ministerio delega en las comunidades autónomas; las comunidades autónomas en los equipos directivos y estos en el claustro. En algún centro circulan formularios —para profesores y/o para familias— que se parecen muchísimo a un consentimiento informado. El papel de la Administración andaluza se ha limitado a nombrar a un docente como coordinador Covid (que, como es natural, nada sabe de coronavirus ni pandemias) y a un enfermero de referencia. En todos los casos que conozco, este enfermero no ha aparecido por el centro, nunca ha cogido el teléfono ni ha devuelto la llamada.

-4) España es el país con peores cifras de contagio, tanto en la primera ola como en la segunda. Los estudios señalan que la seguridad de la reapertura de los colegios está más vinculada al éxito en el control epidemiológico del entorno que en las acciones preventivas que puedan implantar los centros. En buena lógica, pues, España debería haber sido el país que adoptara las medidas más radicales y claras. Sin embargo, lo que ha ocurrido es exactamente lo contrario: las decisiones adoptadas no son sino apaños de ultimísima hora (a finales de agosto o, en algún caso, comienzos de septiembre), poco concretas y sin apenas inversión pública. La falta de liderazgo del Ministerio es evidente y la respuesta de las consejerías autonómicas ha ido en la misma línea marinera.

-5) Dinamarca es un país que ha hecho los deberes con mucha solvencia. Su ministra de Educación, Pernille Rosenkrantz-Theil, le dijo al Gobierno que «las medidas de seguridad eran ‘no negociables’ y que todo debía estar preparado antes de reabrir». Y continuaba con esta advertencia: «La lección es no reabrir antes de que el virus esté controlado. Cuando las cifras van a la baja, la reapertura puede comenzar. Entonces, se debe escuchar a las personas que tienen que hacer el trabajo y ayudarlas a hacerlo. La cooperación es clave». Una vez más, aquí se ha hecho justo lo contrario de lo que ha demostrado funcionar: se abren los colegios cuando las cifras de contagio están en subida libre y sin consultar a los docentes.

-6) En nuestro país se ha cultivado un modelo educativo basado en —por así decir— la «espontaneidad» y el repudio a la disciplina (en el doble sentido de la palabra). Pensar que el alumno ahora va a tener un comportamiento responsable y ajustado a norma, que centenares —en muchos centros, miles— de adolescentes, con un sentimiento de normatividad más bien endeble (por decirlo de manera amable), van a cumplir durante 10 meses los protocolos de seguridad nos conduce más que a los dominios de lo real a los de donde pasta el unicornio. Mucho más indiciario de la realidad juvenil son las denominadas «fiestas del Covid», donde los jóvenes tosen en los vasos para contagiar a los demás, el partido de fútbol organizado entre infectados y negativos, o aquellos, deslumbrados por el nuevo poder de intimidación sobrevenido, que hablan muy cerca de la cara de policías que han osado recriminarles cualquier conducta (y hablamos de policías, no de docentes, cuya autoridad para el alumno no alcanza el rasante de sombra de humo).

-7) Resulta muy instructivo darse una vuelta, poco antes del inicio de la jornada o poco después de su finalización, por los alrededores de un centro educativo: pandillas de jóvenes interactúan desenmascarillados, no ya sin respetar el espacio de seguridad sino en estrecho contacto físico entre ellos. El mensaje de que esta enfermedad afecta solo a los «viejos» tampoco ayuda. Ni el sistemático ocultamiento de las imágenes más duras de la pandemia, cuya difusión hubiera hecho más fácil la toma de conciencia.

-8) No resulta difícil anticipar que va a ser un curso con muchas bajas docentes (ya se ha percibido un incremento significativo en las prejubilaciones). La consigna compartida es no ir al centro educativo al menor síntoma. Y el miedo es libre y liebre. El resultado será más hacinamiento y descontrol.

-9) Llama mucho la atención el contraste con las medidas que se adoptan en otros ámbitos. Algunos ejemplos extraídos de la función pública:

  • a) No hay institución más esencial en una democracia que el Parlamento, pues allí se encuentran los representantes legítimos del pueblo. Y su tarea nunca es más necesaria que en momentos como los actuales, en los que se discuten y se toman decisiones cuyas consecuencias van a marcar los próximos años o quizás décadas. La norma establece, sin embargo, que solo puedan asistir la mitad de los diputados, un 50% de reducción de ratio nada menos. Pero aún un parlamento con el 100% de asistencia sería mucho más seguro que centros educativos que concentran en menos espacio a la población potencialmente más contagiosa.
  • b) Otro pilar insoslayable de la democracia es el Poder Judicial, que tiene como atributos esenciales la transparencia y la publicidad. Pero aquí de nuevo se produce un recorte que ni siquiera se cuantifica: se concede al juez la potestad de determinar a quién se le permite la entrada en la sala de vistas.
  • c) Para entregar un simple papel en cualquier oficina de registro de la Administración (que suele llevar menos de un minuto) se requiere cita previa, enorme mampara interpuesto e ingreso individualizadísimo. Lo mismo cumple para cualquier trámite en consejería o delegaciones, que han pasado los lugares urbanos con menos personas por metro cuadrado.
  • d) Muchas piscinas municipales están cerradas (a veces con la excusa de obras de mejora); y para usar instalaciones deportivas se establece un horario restringido, cita previa y DNI de los participantes, incluso para deportes de tan escaso nivel de contacto como el tenis.

-10) El uso constante de mascarilla en clase, por otro lado, provocará una calidad de enseñanza muy baja por las siguientes razones:

  • a) nos escucharemos muy poco y muy mal (ni siquiera se ha dotado a los centros de un micrófono para que la voz del docente llegue con cierta claridad al final de la clase).
  • b) se incrementarán los casos de faringitis e infecciones de garganta (al estar continuamente respirando el agente patógeno tras la mascarilla).
  • c) toda la dinámica de aula será extremadamente artificial (con movimientos controlados y sin que los alumnos puedan salir a la pizarra).
  • d) aumentarán exponencialmente las posibilidades de sabotear la clase: ¿cuántos ruidos anónimos pueden hacer los alumnos amantes de la disrupción amparados en la máscara?

III. ¿Y cuáles son las razones para, a pesar de lo anterior, defender la presencialidad?

1. La enseñanza presencial es lo primero. Desde la Consejería se deja bien claro: «Deseamos que la enseñanza sea presencial porque la educación tiene que ser prioritaria». Ahora bien, ¿prioritaria respecto a qué? La ministra ahonda en la misma línea: «merece la pena el riesgo». Pero un riesgo puede merecer la pena cuando lo asume uno mismo y no se hace asumirlo a otro (y el riesgo del que estamos hablando puede significar la pérdida de la vida o importantes secuelas). En ese sentido no deja de resultar significativo que consejero y ministra se hayan prodigado únicamente en reuniones telemáticas y reconozcan no haber visitado ni un solo centro educativo. No resulta nada anecdótico que, por primera vez, el consejero andaluz diera por inaugurado el curso en una comparecencia virtual, en lugar de asistir a un colegio en compañía del presidente andaluz, como era la costumbre.

2. Los jóvenes ya están de botellona, de fiesta, de discoteca, etc.; por tanto, no van a estar en peor situación en los centros educativos.

  • En primer lugar, son actividades, en efecto, con alto índice de contagio… y que están prohibidas. Por tanto, el principio de acción correcto es establecer controles más eficaces y no extender la permisividad. En cualquier caso, estas observaciones obvian un detalle que se nos antoja relevante: en el centro educativo hay adultos involuntariamente implicados (los docentes y PAS). Teachers lives matter.
  • La misma perspectiva de «invisibilidad profesional» y de pivotaje exclusivo sobre los alumnos la hallamos no solo en los políticos («los niños estarán más seguros en el colegio que en la calle», Imbroda de nuevo), sino también en expertos médicos, como la vicepresidenta de la Asociación Española de Pediatría (AEP), Inmaculada Calvo, a la que le parece absurdo que los padres no tengan miedo cuando sus hijos están sin mascarilla en la playa o piscina y sí lo tengan a la hora de llevarlos al colegio. Ella aboga por «no tener más tiempo a los niños encerrados porque al final aparecerán otras enfermedades derivadas de esto». La respuesta es obvia: 1) Cualquier actividad al aire libre —playa, piscina— es mucho menos peligrosa que en el aula (vid supra); 2) No tiene sentido plantear como única alternativa a estar encerrados la asistencia al colegio (que tampoco tiene como función servir de «terapia ocupacional» o afines); 3) La vida de los profesores (también) importan.
  • El desprestigio que se ha hecho recaer sobre la función docente en los últimos años ha sido extenso e intenso, así que no hay demasiados motivos para extrañarse de que su salud no cuente socialmente. Sin embargo, es claro el incumplimiento del artículo 25 de la Ley de Riesgos Laborales 31/1995, que dice así:

«Los trabajadores no serán empleados en aquellos puestos de trabajo en los que, a causa de sus características personales, estado biológico o por su discapacidad física, psíquica o sensorial debidamente reconocida, puedan ellos, los demás trabajadores u otras personas relacionadas con la empresa, ponerse en situación de peligro

  • El Covid19 afecta a todos, pero especialmente a adultos de cierta edad. No es exagerado afirmar que ahora mismo, y como vimos al principio, no existe actividad laboral más expuesta al coronavirus que la de dar clase a decenas de adolescentes en un espacio cerrado (téngase en cuenta además que la enfermedad será tanto más grave cuando mayor sea la carga viral a la que uno se expone). Ni siquiera se han instalado mamparas de separación. Tomar la temperatura es una solución a todas luces insuficiente, pues la inmensa mayoría de los alumnos son asintomáticos («propagadores silenciosos» los califican los investigadores de los hospitales de Massachussetts, que han determinado la mayor carga viral de los niños y el papel decisivo que juegan en la propagación del Covid19; véase la revista virtual Redacción Médica, 20/08/2020: https://www.redaccionmedica.com/secciones/pediatria/covid-ninos-propagadores-silenciosos–9701).
  • El hecho de que el docente mire por su salud (y/o por la de su familia) ya ha sido calificado por cargos públicos como «insolidario y egoísta», y se nos compara negativamente con enfermeros y médicos. Ahora bien:

a. El personal sanitario trabaja con EPIS, es decir, con equipos fiables de protección individual. En la mayoría de los centros docentes, el profesor solo cuenta con mascarillas y gel (cuestión aparte es la negligencia, presuntamente de naturaleza penal, de los poderes públicos a la hora de suministrar protección a los sanitarios; pero eso ha de ser una actuación a erradicar —con condena judicial— y no a exportar a otros colectivos).

b. Son profesiones distintas: los sanitarios tratan con enfermedades, nosotros no. Y las consecuencias también son distintas: los alumnos no se mueren si no van al colegio.

c. Asumir un riesgo de salud solo puede ser una opción libre, individual, intransferible, o sea, no exigible profesionalmente. Desde nuestra perspectiva, es absurdo e inaceptable aceptar este riesgo cuando existen alternativas viables, cuando ha habido tiempo de sobra para haberlas implementado y cuando la razón para no hacerlo estriba únicamente en se prioriza otro tipo de gastos e intereses.

3) Los niños tienen que ir al centro para que los padres puedan ir a trabajar. Este argumento expresa de manera meridiana una triste realidad: los centros educativos se han convertido, de facto, en guarderías. Sin embargo, su función no es esa sino ser el espacio propio de la transmisión de conocimiento (eso es lo que hace a la escuela la institución social más valiosa). Esto no significa que no deba darse respuesta social a la problemática que plantea el cierre (parcial o total) de los colegios, sino que no es tarea que corresponda asumir a los centros educativos.

4) Los jóvenes necesitan socializar. En gran medida, vale lo expresado en el anterior apartado. Por otro lado, conviene reivindicar intempestivamente la diferencia entre la realidad y el deseo. Un niño necesita hacer ejercicio físico, pero si ha sufrido un politraumatismo severo es mejor (es menos malo) que guarde reposo. No se trata de elegir lo ideal (siguiendo el más inane wishful thinking) sino la opción más razonable de las posibles.

5) La enseñanza telemática aumenta la brecha escolar. Nuestro sistema educativo es profundamente clasista (dejamos para otro momento la fundamentación de este aserto). Acabar con la desigualdad estructural en la escuela supone analizar cabalmente las causas que la provocan, como inevitable paso previo para proponer remedios eficaces. Lo que genera la brecha escolar es un mal sistema educativo como el que tenemos. Las dificultades que plantea la enseñanza telemática, si hubiera una enseñanza a la altura de su misión, serían fácilmente salvables con un mínimo de voluntad política.

IV. Qué se puede hacer

  1. La única manera de continuar con la enseñanza presencial es contratando a muchos docentes. Es un esfuerzo económico que no se ha querido hacer (ni se ha planteado siquiera). Hay que reconocer que el desembolso económico hubiera sido enorme en un momento de crisis y, sobre todo, que no es compatible con dispendios como el Estado de las autonomías, la sobreabundancia de cargos políticos, el Gobierno más hipertrofiado de nuestra historia (tanto en ministerios como en altos cargos), la elefantiasis de la Administración, la política de subvenciones (nada menos que 122.000 millones al año), el Senado, etc. Los recursos son finitos y es necesario establecer preferencias. Nuestra clase política, con alguna contada excepción, ni siquiera ha manifestado la menor intención de recortar en las partidas enumeradas arriba. También en esto Italia ha seguido otra senda y votará próximamente en referéndum si reduce en un tercio el número de diputados.
  2. La enseñanza presencial, en condiciones normales, es muy superior a cualquier enseñanza telemática, eso debe quedar claro. Pero en las condiciones actuales, y por las causas que hemos descrito, no es así. Se puede aprender mucho más con medios tecnológicos a distancia (principalmente si existen unas bases educativas firmes) que con el modelo confuso e inseguro por el que se ha optado. Naturalmente esta afirmación requiere la garantía de que todos los alumnos han de tener acceso virtual garantizado. Sin una sola excepción.
  3. La tarea es difícil, en cualquier caso, porque esta pandemia actúa sobre otra pandemia previa: un modelo que minusvalora los contenidos y una concepción formalista de la enseñanza que considera a los centros educativos como un espacio lúdico más próximo a la asistencia social que a la adquisición de conocimientos. La crisis actual, como todas las crisis, puede suponer una oportunidad para tomar conciencia de los lastres y deficiencias de nuestro sistema educativo.
  4. Un centro educativo, ya lo hemos dicho, no ha de tener como tarea la guarda legal de niños y adolescentes. Eso no significa que no se puedan usar sus espacios para tal fin y permitir así a los padres desarrollar su actividad laboral en las mejores condiciones. Se puede usar cualquier otro espacio con las condiciones requeridas: parques, polideportivos, zonas recreativas…, incluso, por qué no, parlamentos, diputaciones, ayuntamientos o patios anejos a dependencias políticas, en los que, a diferencia de los centros educativos, suelen sobrar los metros cuadrados. Por lo demás, la tarea de custodia no puede recaer sobre los docentes, que están para otra cosa. En Alemania se ha contratado a un gran número de jóvenes (ya se sabe, el colectivo al que menos afecta el Covid19) para, en espacios preferentemente abiertos, atender a los menores. Ello permite además que su sueldo sea inferior y públicamente asumible.
  5. La enseñanza propiamente dicha, en la situación actual, ha de ser básicamente telemática. He aquí un esbozo de los aspectos principales:
    1. Establecer un sistema de tutorías individualizadas presenciales, especialmente para guiar a alumnos con problemas de aprendizaje.
    2. La Administración tendría que desarrollar un modelo bien vertebrado y con abundantes recursos virtuales de calidad; ello exigiría contratar a personas competentes para la creación de contenidos (o llegar a acuerdos con editoriales del ramo).
    3. El docente habría de adaptarse a la nueva situación y está obligado a aprovechar los medios que ponga a su disposición la Administración, para empezar aprendiendo cualquier herramienta que pueda resultar útil: grabación de podcasts, edición de vídeos, manejo de aplicaciones internáuticas para interactuar mejor con sus alumnos, etc. No caben excusas.
    4. El alumno debe entender que el esfuerzo es condición ineludible para el éxito educativo y que en ningún caso el inevitable cambio metodológico acarreará una rebaja de contenidos (ya de por sí exiguos).
    5. Los exámenes serían todos presenciales con especiales medidas de seguridad (por ejemplo, fraccionando la clase en distintas aulas).
    6. Resulta desolador constatar los meses que se han perdido sin haber avanzado nada. Es un síntoma más de lo poco que importa la enseñanza en nuestro país. La preocupación de los políticos ha estado más bien en no disgustar a los padres y en hacer como que hacen.
  6. Entre las respuestas peores de los políticos se encuentra, sin duda, la del consejero andaluz. En plena alza de la ola, con aulas escasamente ventiladas y superpobladas, la «solución» del consejero pasa por amenazar a los padres que no quieren llevar a sus hijos al colegio. Por fortuna, empiezan a vislumbrarse en la sociedad civil reacciones prometedoras:
    1. Rafael Budo, director del Instituto Andaluz Para la Prevención del Acoso Escolar, avisa del peligro, anima al absentismo (sus hijos no van al colegio) y recluta a padres-policías para que certifiquen en los centros educativos, no solo en Andalucía sino en toda España, el carácter inadecuado de las medidas sanitarias adoptadas.
    2. Manuela Biedma, por su parte, es abogada y ha ofrecido su despacho de forma totalmente altruista a cualquier padre que sea denunciado por no llevar a sus hijos al colegio.
    3. Save The Children, por su parte, ha pedido una mayor inversión económica para que las medidas sean realmente seguras.
    4. La Plataforma Estatal de Enfermera Escolar ha informado a la Fiscalía de Menores del «grave riesgo» que sufren los niños y jóvenes en los centros educativos. El Foro Español de Pacientes (FEP) se ha sumado a la denuncia.
    5. No deja de ser también expresivo, que la Federación de Fútbol recomiende a los futbolistas dejar a sus niños pequeños en casa para evitar contagios.
  7. A título individual, un docente puede hacer lo siguiente:
    1. En primer lugar, negarse a dar clase en cualquier aula donde no se respete el metro y medio de distancia o concurra cualquier otra circunstancia de inseguridad. Lo mismo si se trata de una guardia.
    2. Entregar por registro las razones de la negativa.
    3. Solicitar la recepción por escrito, debidamente firmada, de cualquier instrucción que pueda suponer un riesgo para la salud. Determinar quién se hace responsable es fundamental en un modelo que se ha diseñado para anublar ese aspecto.
    4. Entregar en cualquier oficina de registro un escrito detallando: a) los peligros a los que se expone en su centro; b) el incumplimiento del precitado artículo 25 de la Ley 31/1995; c) y el consecuente exhorto a que la Administración, primero, enmiende el estado de cosas y, en su caso, asuma la responsabilidad legal ante cualquier contagio en el centro de trabajo.

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