Es conocida la expresión “abrazo del oso” como una falsa muestra de cariño, tramposa en sus formas y en el fondo, cuyo final es el ahogo, la asfixia y la muerte de las víctimas del achuchón, a las que se engatusó mostrándole afecto y simpatía. El oso no tiene más principios que su poder biológico del que se enseñorea sin recato.
Cuando Andalucía dejó de creer en esa falacia del miedo a la derecha, tras casi cuarenta años de gobernar una izquierda que terminó adoptando políticas fraudulentas de falsa protección a los más necesitados (en el más puro estilo del populismo peronista) y dio su respaldo a la moderación de Juanma Moreno y a su gobierno de centro derecha que supo gestionar, sin sectarismos, en interés de todos los andaluces y del progreso de la región, muchos pensamos que el sanchismo abandonaría sus tentaciones populistas y giraría sus políticas hacia el espacio del centro sociológico que, tal como los andaluces demostraron, es el que da y quita gobiernos. Nada más lejos de la realidad: Sánchez estaba cogido por donde más duele, y sus socios le exigirían el pago de todas las hipotecas que firmó al acceder al poder. El abrazo del oso se consumó y hoy solo queda esperar a que su final ocasione el menor destrozo posible a la economía y a la paz social de los españoles.
En el ámbito convivencial, Sánchez ha optado por el frentismo sin límite. Se busca la confrontación social, la tensión institucional y la polarización ideológica. Su diarrea legislativa es clara expresión del populismo al que se ha entregado el socialismo gobernante. Nulo rigor jurídico, escaso respeto a las normas parlamentarias sobre la tarea legislativa y ausencia de asesoramiento por parte de los órganos que tienen tal misión provocan el desaguisado en que se ha convertido la aplicación jurisdiccional de normas legislativas tan burdas como inadecuadas para el fin pretendido.
La causa de todo lo anterior reside en la convicción de que el poder legitima todo, incluso el saltarse la ley, razón inspiradora de todo populismo en el que ha caído el sanchismo. Hoy se entienden mejor dos expresiones surgidas de las entrañas mismas de Pedro Sánchez y de sus acólitos. Cuando la moderación centrista del reformismo andaluz dio la mayoría absoluta al PP de Moreno, en el inmediato pleno del Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez solemnizó el camino que iba a emprender con una frase que dibuja su personalidad totalitaria: “vamos a por todas”. Y desde entonces, el mundo empresarial, la prensa libre, la Justicia y los partidos de oposición son enemigos acérrimos de un presidente de Gobierno que se ha empeñado en descalificar a todo el que no piensa como él y sus socios. Que esa es una norma de inexcusable cumplimiento para todos los que de el dependen lo acredita la forma en que el presidente de la Comisión de Justicia del Congreso, tras advertirle de ilegalidad la tramitación de una enmienda que afectaba a dos leyes orgánicas del poder judicial y persistir en su tramitación, contestó altaneramente: “lo hago porque me da la gana”.
Los dos anteriores ejemplos clarifican el fin y el método del sanchismo: “vamos a por todas” y lo haremos “como nos dé la gana”. Ambos criterios dibujan perfectamente que hoy el partido socialista es populismo puro, pervirtiendo la esencia de la democracia en la que los Tribunales y la Constitución están para controlar a los poderes que pretendan saltarse la legalidad. Porque para el populismo el pueblo está por encima de la ley, por lo que convierten la oración por pasiva: lo primero que hacen es aprobar leyes para controlar a la Constitución y a los Tribunales. Es lo que pretendió la nefasta enmienda que privaba de sus derechos a las minorías parlamentarias y cuya tramitación suspendió cautelarmente el Tribunal Constitucional en aquel puente de la Constitución donde el sanchismo pergeñó toda su artillería para asaltar las instituciones judiciales.
Pero el abrazo del oso, además de a la convivencia está afectando a la economía, al dilapidar el dinero público en la compra de voluntades caprichosamente y sin límite ni recato. El endeudamiento es colosal, hasta el extremo de que desde 2019 se ha incrementado el PIB de España en 12.000 millones de euros, a base de aumentar la deuda en 280.000 millones, lo que da idea del agujero que ello implica para el futuro de nuestras cuentas y el elevado costo de intereses que hay que asumir para tan pírrica subida del PIB. Mientras, los Fondos europeos se administran tarde y mal, hasta el extremo de que una Comisión del Parlamento europeo vendrá en breve a indagar sobre cómo y en que se están gastando los fondos.
Por si fuera poco, el dispendio está ocasionando malestar, empezando con la inmoralidad de destinar 400 euros a los nuevos votantes para gastarlo en ocio, mientras solo se destina la mitad (200 euros) al apoyo a una familia necesitada. El peronismo, y las distintas variantes bolivarianas del populismo, ha hecho estragos en la América hispana y es el modelo que persiguen sin disimulo los de Podemos. Que Sánchez se ha puesto al frente del mismo lo deja patente el hecho de que, según todas las encuestas, son los votantes de Podemos los que más se identifican con su política.
Las invenciones en materia laboral son tan pueriles que no engañan a nadie. Un trabajador es fijo porque tiene trabajo fijo. Si está cobrando el paro es porque está parado, aunque no conste así en las estadísticas oficiales. Es hacerse trampas en el solitario y querer engañar a los españoles, tomándonos por tontos. Los últimos datos indican que las prestaciones por desempleo han subido un 10,4 %, dato que no casa bien con la supuesta caída del número de parados.
En el ámbito institucional, las alarmas han saltado con fuerza a raíz de la ya inocultable intención de asaltar los órganos del Poder Judicial. No en balde, el próximo miércoles día 11, el Comisario de Justicia de la Unión Europea, Didier Reynders, abordará la problemática derivada de dicha aspiración controladora del Tribunal Constitucional español, haciendo hincapié en el respeto a los principios del Estado de derecho y a los estándares europeos en materia tan sensible como la separación de poderes y la independencia del poder judicial.
Por último, en la esfera política las concesiones al separatismo y al filoterrorismo pasarán factura, por mucho que Sánchez piense en que nos invadirá una amnesia colectiva a todos los españoles. Los ciudadanos nunca entenderán que se aprueben leyes al dictado de los delincuentes, liberándolos de la cárcel y de sus responsabilidades pecuniarias. Los ciudadanos nunca entenderán por qué los políticos tienen unos privilegios concedidos por sus amigos cuando están en el poder, mientras a ellos se les exige el pleno cumplimiento de la legalidad. Los ciudadanos no se tragan que Cataluña está mejor por las concesiones de Sánchez, cuando la realidad es que no vuelven las muchas empresas que la abandonaron por el “procés” mientras Barcelona ha dejado de ser el motor y el ejemplo de modernidad que embelesó a los españoles. Si dejas de penalizar el robo, los ladrones no van a la cárcel, pero los amigos de lo ajeno harán su agosto sin miedo a represalias. Es lo que Sánchez a hecho con el separatismo catalán: le ha dado vía libre.
Hoy no queda duda de ninguna clase de que Pedro Sánchez es el candidato de ERC, Podemos, Bildu y lo que queda de PSOE. Sus conmilitones del puño y la rosa son igualmente responsables, por mucho que pretendan desmarcarse en vísperas electorales, porque han permitido, desde el silencio, el asentimiento o el respaldo parlamentario que haya llegado a donde ha llegado.
El laborismo inglés necesitó 18 años para volver al poder, después de que Callaghan uniera su trayectoria política al sector extremista de la izquierda británica. En Italia y en Francia el socialismo quedó pulverizado tras experiencias similares. Hoy, los partidos socialistas y socialdemócratas del centro y norte de Europa abandonaron la Internacional Socialista, esa que Sánchez preside ahora en la que manda el populismo bolivariano y fuerzas políticas del tercer mundo. Sánchez pudo buscar pactos de Estado con el PP o aceptar la propuesta que Rajoy le formuló en su día de formar una gran coalición, tal como hizo el SPD alemán con Angela Merkel. Rajoy no tuvo más respuesta que un constante “NO es NO”. A España, sin duda, le hubiera ido mejor que con los compañeros de viaje con los que Sánchez ha atado su futuro.
Por todo ello, el pueblo español no caerá en la amnesia que Sánchez pretende, por mucho que siga repartiendo prebendas con el dinero que, previamente, nos ha extraído a los ciudadanos. Porque ese caciquismo de nuevo cuño, que compra voluntades, tiene una especial diferencia con aquel denostado caciquismo decimonónico: entonces, el cacique compraba voluntades con su dinero; hoy, los nuevos caciques compran voluntades con nuestro dinero.
Pese a todo ello, la templanza de la sociedad española podrá frenar tanta locura, tanto dogmatismo, tanto sectarismo y tanto dislate como el que lleva a cabo el sanchismo. Porque, si bien es cierto que Sánchez es el candidato de la izquierda extrema y separatista, al que han abrazado con la fuerza del oso, al buen sentido del pueblo español le corresponde evitar que dicho temerario abrazo mortal arrastre al despeñadero al conjunto de la sociedad española.