La Política Formal

Artículo de Mar Gijón/Cornelia Cinna

La política formal es un marco común, una serie de principios, normas, valores democráticos y actuaciones, que independientemente del contenido ideológico de cada grupo, nos llevaría a unas condiciones de posibilidad de revisionismo, control y regeneración política tan necesaria actualmente, y sobre todo, el veto lógico y evidente ante iniciativas como que condenados e inhabilitados estén al frente de cargos públicos, como el socialista Francisco José Pérez Fernández en RENFE o una exministra sea Fiscal General del Estado, rompiendo el principio de neutralidad.

Estamos viendo lo que llamamos la «Política Difusa»: cómo contra-valores como saltarse la ley, el ventajismo, el oportunismo, la impunidad, el nepotismo, la mentira, la estafa, la compra de votos, etc. se naturalizan y normalizan en la clase política sin consecuencias electorales. De lo cual cabe deducir que no solo hay una crisis institucional, político-moral y social sino educacional, que es donde los mecanismos de control social imperantes quieren garantizarse su granero de votos futuros, estableciendo un pensamiento monolítico, dogmático con tintes peligrosamente sectarios y de consecuencias impredecibles para la libertad en sentido amplio y los abusos de poder.

Por lo tanto, habría que hacer una #BatallaCultural ante ese pensamiento único totalitario y establecer unos imperativos políticos universalistas de obligado cumplimiento. Un código ético-político deontológico que es implícito en las democracias liberales avanzadas; pero no en España.

La mayoría de la sociedad civil está de acuerdo con la reforma de la Ley Electoral y la Ley de partidos, medidas contundentes y ejemplares contra la corrupción política, el imperio de la Ley como valor supremo, la separación real de poderes, la necesidad imperiosa de que las más altas instituciones del Estado se liberalicen del mercadeo de los partidos políticos como la Fiscalía General de Estado, el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo. Asimismo, con despolitizar la sanidad y la educación con un único sistema para todo el territorio nacional. No se puede admitir sin salvedades que los partidos accedan al Congreso si no juran la Constitución y los principios democráticos, y menos, partidos, cuyos dirigentes estén condenados por un golpe de Estado. Exclusión de cualquier totalitarismo, dogmatismo, autoritarismo, populismo y fundamentalismo. Establecer la función política con carreras específicas para garantizar la preparación de las personas que van ser responsables de nuestra economía, salud, educación, pensiones, etc.

Ejemplos de esta Política Formal serían: ningún político debe mentir bajo ningún concepto ni excepción (principio de autoridad, de «conciencia y honor»). La defensa de la Nación está por encima de cualquier interés partidista y regional (principio de unidad constitucional). No se pueden congelar pensiones y sueldos públicos, mientras los políticos se suben sus sueldos (principio de coherencia en el ejercicio del bien público). Ningún responsable político puede defender que la legalidad va por un lado y la política va por otro (principio de legalidad como bien supremo). No existe la justicia de minorías o de sectores de la sociedad civil ni territoriales (principio de ciudadanos libres y iguales). En esa misma línea, es urgente la reducción de las estructuras paralelas en ayuntamientos, comunidades autónomas y en el Estado (principio de economicismo del bien público). Reducción de asesores, flota de automóviles, subvenciones de alquileres, y extras (principio de austeridad política).

Podríamos poner miles de ejemplos ante el sinsentido y derivas improcedentes que llevamos viviendo en los últimos años, y sobre todo en los últimos meses y días. Ante lo cual sólo nos queda organizarnos, unirnos en puntos de acción política conjunta y luchar para conseguir que no nos enfrenten y dividan, que es su objetivo. Sólo desde la sociedad civil lo conseguiremos.


Coda:
nuestro futuro y el de nuestros hijos dependen de nuestra responsabilidad ciudadana y el sentido común de la España invisible.

 

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